(Texto y foto, Nury Arcia)
La porcelana Capodimonte debe su nombre a la zona montañosa de Capodimonte en Nápoles, Italia. En 1743, en los primeros años de la nueva dinastía de los Borbones, el rey Carlos y su esposa la reina María Amalia de Sajonia, fundaron dentro del famoso Palacio Real, actualmente un museo, la Real Fábrica.
Para llegar a los albores de la producción de esta cerámica es necesario remontarse a los orígenes mismos de la porcelana. Los primeros objetos realizados con esta técnica fueron elaborados en China (siglos VII-VIII) y conocidos en el continente europeo gracias a viajeros como Marco Polo, quien regresó de su larga estancia en Beijing, durante la dinastía Yuan, importando de Ásia una especie de proto-porcelana o cerámica dura pintada de blanco o marrón. Europa parecía asombrada delante de estos artículos por la total incapacidad de imitarlos.
A principios de 1700 el erudito alemán Johann Friedrich Böttger Saxon descubre la composición: una fusión de caolín (gránulos de cocción a altas temperaturas) y feldespato. De esos años es el surgimiento de la porcelana de Sèvres en Francia, de Capodimonte en Nápoles, Vezzi en Venecia, seguido en el segundo cuarto del siglo XVIII por la Ginori en Doccia, una de las más prestigiosas fábricas de porcelana de Europa, y de Vinovo en Piamonte.
La elaboración de la delicada cerámica comienza con una idea o la inspiración del artista y por lo tanto el primero trazo del diseño del objeto que se quiere lograr. El primer paso es crear el modelo de yeso; se esculpe en el torno un bloque de escayola con herramientas rudimentarias para delinear los contornos. El modelista talla y esculpe a mano los detalles, así lograr el molde para obtener la primera forma.
El artesano a este punto vierte en el modelo de yeso la porcelana en forma líquida, una masa que se diferencia de las cerámicas blancas comunes por su compatibilidad y transparencia. Para darle espesor a la pieza se deja secar brevemente mientras el exceso de la cerámica acuosa se retira obteniendo así el objeto a decorar. Sigue la etapa del acabado donde se elimina las rebabas o imperfecciones que pueden ocurrir en el proceso de fundición.
En el caso de un arreglo floral, el artista elabora a mano las hojas, los tallos y las flores pétalo a pétalo. La primera cocción se realiza a una temperatura de 1250 grados durante un período que varía de 8 a 12 horas y a partir del cual se obtiene un pieza en porcelana biscuit. Sigue la fase de la decoración donde la pintura se lleva a cabo manualmente y se pasa a una cocedura posterior a 750 grados para fijar el color, esto durará un promedio de 8 horas con el cual el proceso de trabajo se termina, obteniéndose un objeto artístico de gran elegancia y exclusividad, máxima expresión de la habilidad plástica y pictórica.