martedì 30 dicembre 2008

Un viaje a los tiempos de Jesús

(Fotografías y texto de Nury Arcia)

Una stella nel cielo... il buio della notte... e all'improvviso una luce... Il mistero era compiuto... Gesù era nato laggiù... intorno a quella piccola luce... tra un bue e un asinello...
Giuseppe e Maria accudivano amorevolmente il Salvatore... e mentre i primi pastori e la gente comune accorreva alla piccola grotta... ...lontano tre Magi a cavallo, vedevano realizzarsi la profezia a loro rivelata..


Es 26 de Diciembre y decidimos, como continuación de las fiestas navideñas, mi esposo, un matrimonio argentino y yo hacer un viaje a los tiempos en que Jesús "bambino" nace..."no es posible" dirán, no estamos en la edad en que Herbert George Wells nos llenó la cabeza de fantasía con una máquina del tiempo que nos hacía ir de un lado a otro en el tiempo y el espacio. Puedo asegurarles además que no fue nuestra fértil imaginación; para ver este milagro basta sólo llegar a Marcellano un pequeño pueblito situado en una colina entre la zona de Gualdo Cattaneo y el llano del Umbria, Provincia de Perugia, Italia.















Todos los años y por esta fecha la presentación de un Pesebre Viviente es realizado y recreado por todos los pobladores del lugar que en función de esta bella "puesta en escena" dejan "con la boca abierta" a visitantes y turistas, y que tiene lugar en el antiguo "Castello"
donde al ingreso dos vigilantes soldados romanos protegen la fortaleza.

















Recorriendo las pequeñísimas callejuelas la realidad es otra, solo los visitantes curiosos te hacen recordar que estamos en este siglo y no en la Jerusalén de aquellos tiempos. Los vestidos, la recreación del ambiente y la atmósfera de una iluminación sólo de antorchas y velas te transportan en un viaje imaginario al momento en que el nacimiento de un niño se convirtió en uno de los acontecimientos más relevantes de la historia de la humanidad por sus consecuencias religiosas y filosóficas.















Y allí están la mujer que vende en el mercado los productos frescos de la tierra, la tarima con los peces, los que hacen el pan en un antiguo molino, el orfebre y quien forja el hierro. El carpintero y su discípulo, enfrascados en darle forma a un pedazo de madera en un torno rudimentario, nos muestran de cuanta maestría necesitaban los artesanos de la época, mientras una joven decora toda una vajilla de platos de cerámica creada quizás por el ceramista que, afanosamente, trabaja el barro entre sus manos mientras su pie no descansa de darle giros a la rueda que permite que una mezcla de arcilla y fango tome forma; y nada los disturba, continúan su trabajo como en los tiempos en que Belén sería consagrada por el nacimiento del hijo de José y María mientras todos los espectadores, incluso yo, esperamos el momento de la natividad que tiene lugar no lejos del "Castello" en una explanada, escenario donde se representa la llegada de Jesús y la ofrenda de los tres reyes magos iluminados por una estrella en la oscuridad de la noche.

























martedì 9 dicembre 2008

Editorial





Periodista y cubana creo este espacio de información, comentarios y reflexión....lo increíblemente bello es que por primera vez me siento con la posibilidad de escribir cuanto quiero y siento. ¿De tu interés? pienso, algunas cosas sí y otras no. Las temáticas a tratar muy diversas: culturales, de carácter social e histórico, informativas y "noticiosas", Cuba por ser mi patria e Italia el país donde vivo estarán presentes en esta página... pero porque no otras partes del mundo. "In bocca al Lupo!" también será un espacio propicio para el debate donde el lector y sus opiniones serán publicadas; quiere o pretende ser dinámico y versátil sin compromisos ni ataduras y sobre todo abierto a las buenas ideas y positivos pensamientos. Como el nombre de este blog que significa en italiano la buena voluntad, un poco en broma, de desearle suerte a quien está por afrontar una difícil prueba y con un poco de fortuna "In bocca al Lupo!"publicará en inglés e italiano. Quiero darle las gracias a Ed Castañeda quien me ha dado ésta magnifica idea y a todos los que colaborarán con este espacio. Solo debo cruzar los dedos y decir: "Crepe il lupo!"

Nury Arcia





La educación sentimental de Leonardo Padura



Una joven amiga me envió por email este artículo del escritor cubano Lonardo Padura Fuentes y que ha sido publicado en Cubaliteraria hace algún tiempo y que circula de un lado a otro entre los amigos y conocidos; quise compartirlo con mis lectores ahora que mi hijo regresó a Cuba después de su estancia en Italia por motivo de estudio y dejó en los muros de mi casa el eco sonoro de esa fuerte música que es el reggaetón.


(Imagen publicada en
cubaliteraria.cu)

Leonardo Padura Fuentes (1955) es uno de los escritores cubanos más leído en Cuba. El género policíaco ha sido el pretexto para hablar de la sociedad cubana y hacer un examen de conciencia de su generación. Conocido en Italia por el ciclo Las Cuatro Estaciones que tienen como protagonista al teniente Mario Conde, sus novelas satisfacen gustos diversos no sólo de los amantes del género también de sus detractores.

"Hoy los golpes vienen desde la calle del fondo. Ayer llegaban de la casa del lado y el fin de semana fue desde algún punto indeterminable de la esquina. Desde hace dos años mi barrio, como casi todos los barrios de La Habana y de buena parte del mundo hispano, viven con la pauta rítmica de esos golpes y con unas voces que en ocasiones se escuchan, otras no, y de las que he podido entresacar que hablan de una pobre diabla, que clamaba por un hombre que no vale un centavo, o de otra, para nada pobre diabla, a la que le encanta la gasolina y hay que darle más gasolina. Se trata, de más está decirlo, de la fiebre del reggaetón, que muchos pensamos efímera, como tantas otras furias juveniles y adolescentarias, pero que esta vez ha demostrado una temible capacidad de resistencia.

Desde que comenzó esta invasión del espacio sonoro he tratado de imponerme a mis gustos ya asentados, a mis años y mis prejuicios, de abrirme mentalmente a las exigencias de la evolución social y al entendimiento del espíritu iconoclasta y rebelde que debe de caracterizar a los jóvenes, sobre todo cuando su iconoclastia y rebeldía tiene pocos márgenes para manifestarse. He hecho mi mayor esfuerzo por no resultar retrógrado y por obligarme a entender que el reggaetón es una expresión de los modos de pensar de los jóvenes de hoy, hijos de una globalización en la que no tiene demasiado mercado la inteligencia, unos jóvenes que llegaron al mundo sin muchos de los rezagos que debimos matar nosotros y para quienes el sexo ha dejado de ser un tabú y se practica con tanta fruición verbal y coreográfica en un “perreo” reggaetonero como disfrute físico en una cama o en una escalera oscura.

Tengo cincuenta años y soy un “recordador” que vivo de mi memoria y de otras memorias, y cuando tengo el impulso de rechazar el ritmo agresivo del reggaetón, me impongo recordar que treinta y cinco años atrás, a mí y a mis contemporáneos se nos crítico y se nos acusó de “penetrados ideológicos del imperialismo” y otras lindezas por el estilo, porque nos gustaba bailar las canciones de Los Beatles, los Rollings, Led Zeppelin, y escucharlas, incluso, sin saber apenas de que hablaban. A nosotros, en realidad, no nos importaba demasiado de que hablaban, porque sabíamos, eso sí, que se dirigían a nosotros y, sin entender las palabras, captábamos su sentido y repetíamos “all you need is love”.

Cada generación ha tenido sus iconos artísticos y pseudoartísticos y a las otras generaciones concomitantes siempre les ha sido difícil aceptar, y más aún entender, ciertas preferencias. Que a un joven de la década de los 50 le haya gustado escuchar a Pedrito Rico cantando "La perrita pequinesa" les puede parecer, a los de mi edad, tan absurdo como constatar que a un joven de hoy le fascine el reggaetonero Don Omar cantando "Gata gángster "(con los tiempos cambian los animales y también sus atributos). Igual le ocurrió a nuestros padres cuando nos oyeron repetir "Fool on the hill" y les ocurre a estos jóvenes de hoy cuando ven que nos estremecemos con "I’ve get you under my skin". Es la lógica del cambio generacional, del relevo de gustos, de las modas epocales.

El reggaetón expresa pues una forma de ver el mundo y como tal hay que aceptarlo, incluso cuando habla de la diabla que se pone en cuatro (ya se sabe para qué) y hasta practica la chupada del pirulí y otras piruetas sexuales. Su simplicidad rítmica (y no se me acuse de estar “fuera de onda”, léase una partitura del género, si es que existen) y la bastedad y por momentos sordidez de sus textos (tampoco se me puede catalogar de puritano, sólo hay que oír el reggaetón que habla del culito, ¿de la diabla?) es reflejo de la simplicidad, bastedad y sordidez de los días que corren. El reggaetón no surgió de la nada ni se ha impuesto en el gusto masivo de adolescentes y jóvenes por arte de magia, sino que es una emanación de estos tiempos, capaz de ofrecerles algo que ellos necesitan, casi se diría que exigen. Estos son hechos, y oponerse a aceptarlos, sí es una postura retrógrada.

Lo que me duele del reggaetón y sus letras no es tanto lo que provocan ahora entre sus consumidores, sino y sobre todo lo que dejarán en ellos como sedimento cultural, sensorial, afectivo, como sustancia para la evocación cuando los tiempos de hoy ya sean los de ayer.
Esta certeza me asaltó hace unos días cuando, movido no sé por qué resorte de la nostalgia, coloqué en mi grabadora ese objeto del pasado que es el cassette y mientras hacía los ejercicios que exige mi dolorida espalda, escuché las viejas canciones de Siembra, el resultado milagroso del encuentro entre Rubén Blades y Willie Colón, cuando hicieron el disco que es, según lo calificó un amigo, “el Abbey Road de la salsa”. Mientras disfrutaba aquellas letras con las que Rubén nos hablaba de la identidad hispana, de sus sueños y frustraciones, de la tragedia del pobre Pedro Navaja, y Willie le ponía un ritmo pegajoso que todavía no ha perdido su aglutinante, recordé que ésa fue la música que bailábamos y cantábamos en los setenta, cuando ya teníamos a los Beatles instalados en la memoria, y cuando para enamorar a mi propia Lucía tenía a la mano la Lucía de Serrat y en lugar de decirle pobre diabla le cantaba (es un decir) que no hay nada más bello que lo que nunca he tenido, ni nada más amado, que lo que perdí, perdóname sí. ¡Por Dios, coño!

Entonces, tirado en el suelo y controlando el júbilo de mi espalda, me sentí privilegiado por haber tenido la educación sentimental que me regaló mi tiempo, tan lleno de carencias que en el barrio había una sola grabadora (de cassettes), tan pleno de represiones y censuras gratuitas (primero, los Beatles y compañía, después esos mismos salseros, acusados de “robarse” la música cubana) y de agresiones seudoculturales (como las de José Feliciano y sus canciones carcelarias, entre otros horrores olvidados). Me sentí satisfecho porque en lugar de a Paulo Coelho o Dan Brown, pudimos leer a García Márquez, a Vargas Llosa y a Antonio Machado (por culpa de Serrat), y en vez de fanatizarnos con Shakira o Paulina Rubio, tuvimos el privilegio de oír a Ana Belén y a Tina Turner, cuando cantaba, con Ike, Proud Mary.

La memoria, ya se sabe, es selectiva, para los buenos y para los malos recuerdos. Pero su alimento es sólo uno: la realidad vivida, los placeres y dolores consumidos, las experiencias que nos han tocado. No me queda más remedio, entonces, que sentir un poco de pena por la generación del reggaetón, con acceso a tanta información, incluida la cultural, pero que está creando sus futuras nostalgias con las canciones de Daddy Yankee y Don Omar, con el baile del perreo y los videoclips de Shakira, y que nunca entenderán del todo que el mundo alguna vez se dividió entre los fans de Lennon y los de McCarthy, que un poeta español de la generación del 98 escribió las mejores letras de canciones que jamás escuchamos y que unos locos en Nueva York se impusieron hacer salsa con conciencia para buscar América y lograron que otro loco en Santo Domingo se pusiera a clamar, a ritmo de merengue, para que lloviera café."

Leonardo Padura Fuentes, Cuba